En una noche intensa en Las Vegas, Caleb Plant volvió al ring con su estilo fino, piernas ligeras y manos rápidas… pero se topó con un guerrero mexicano que no entiende de etiquetas ni pronósticos: El “Chucky” Reséndiz.
Desde el campanazo inicial, Plant mostró su técnica habitual: jab firme, desplazamiento, control de distancia. Pero Reséndiz, como buen mexicano, no fue a ver si podía, fue porque sabía que podía. Metió presión desde el segundo round, y con un ritmo constante, fue rompiendo poco a poco el plan de Plant.
Hubo momentos de mucho oficio por parte de Caleb, pero en esta ocasión el talento no le alcanzó para frenar la determinación brava del de Nayarit. Reséndiz se mantuvo encima, tiró más golpes, arriesgó más… y se lo reconocieron las tarjetas.
Decisión dividida a favor de Reséndiz, en una pelea cerrada, que puede prestarse a debate, pero no a desprecio. Porque lo que hizo el mexicano fue meterse a la élite sin pedir permiso.
No fue una guerra de poder, fue una pelea de constancia, de hambre, de carácter. Y ahí, “Chucky” demostró que no está para relleno: está para pelear con los mejores.
Así se gana en el boxeo… no solo con golpes, sino con convicción.