Antonio Flores, un Inca imparable

El mexiquense Antonio “Inca” Flores, orgullo de San Pedro Tultepec y pupilo del equipo de Jay “El Panda” Nájar, camina invicto mientras pule un estilo ambidiestro que combina boxeo fino y fuego en corto rumbo a las grandes ligas.

Nacido en San Pedro, Tultepec —la capital del mueble—, Antonio “Inca” Flores Jiménez encontró el boxeo casi por accidente, pues su padre lo llevó a un gimnasio y, desde el primer guanteo, no hubo vuelta atrás. 

Hoy presume récord invicto de 11 peleas (10 triunfos, 1 empate) con 8 nocauts, una carta de presentación que empieza a llamar la atención dentro del circuito nacional. Pelea “de casa” en Culiacán, Sinaloa, plaza desde la que se ha ido forjando y donde se siente adoptado por su gente. 

Su debut profesional, a los 18 años, fue en Culiacán y lo recuerda con una mezcla de nervio y adrenalina:  “es otro mundo comparado con el amateur”. 

Desde entonces, el Inca ha ido sumando triunfos en funciones del circuito mexicano y del extranjero. En 2024, por ejemplo, fulminó en siete asaltos al nicaragüense Roger Scott, actuación que dejó claro su poder en ambas manos y su facilidad para cambiar de guardia.

Flores se describe como ambidiestro y versátil: puede boxear en retroceso, fajarse en las cuerdas y romper el ritmo con cambios de guardia a lo Terence Crawford, aunque su referente del boxeo mexicano es Saúl “Canelo” Álvarez, por disciplina y temple. 

El gusto por “hacer de todo” se refleja en su rutina: levantarse a las 5:30 am para correr, desayunar, recuperar y regresar al gimnasio por la tarde para la sesión técnica y de sparring. Ese oficio de campamento le ha permitido extender el invicto aun cuando lo “jalan” a rounds más largos. 

El proyecto deportivo del Inca está arropado por un equipo con oficio mundialista. Entrena bajo la batuta de Jay “El Panda” Nájar, uno de los entrenadores mexicanos más visibles de la élite actual; su staff incluye al cubano Carlos Duarte, además de Jaime Picos y Carlos Duarte en la parte operativa y de esquina. 

La estructura —que ha montado funciones y ha llevado talento joven a vitrinas serias— quedó patente cuando Flores estelarizó la función “Una Noche de Guerreros” en Metepec dentro del debut de Panda Boxing MGMT. 

A nivel de escaparate, tiene base en superpluma y ha peleado para carteleras con respaldo mediático local y en plataformas digitales; su página de peleador en Tapology lo registra como 10-0-1, dato que suele rezagarse frente a los reportes de equipo cuando la actividad es alta, pero confirma su condición de invicto y su residencia deportiva en Culiacán, Sinaloa

El objetivo inmediato es claro: volver al ring el 25 de octubre en Mazatlán, Sinaloa, fecha que él mismo y su campamento manejan como próxima parada. 

A mediano plazo, Flores soñaría con cruzarse con nombres grandes de su peso y alrededores como Óscar Valdez o Emanuel “Vaquero” Navarrete; no por reto insensato, sino por esa fibra muy mexicana de querer medirse con lo mejor

En casa, su motor es una familia de tres hermanos y una sobrina recién llegada, razones que —dice— le recuerdan por qué cada campana cuenta.

Mientras el calendario internacional sigue moviéndose con jornadas en octubre y noviembre, el ecosistema superpluma promete ventanas para talento emergente; el margen está en aprovechar cada foco que se encienda. 

El Inca está listo: con el jab como brújula, las combinaciones sin telegráfo y ese ajuste de ritmo que tanto le gusta a la afición mexicana. Y cuando la pelea se atora, no duda: aprieta el paso, cambia la guardia y busca el nocaut


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